La Plaza Gris

El alma dividida de una ciudad: de los bandos a los balones

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Piedra de Villamayor

En una ciudad como Salamanca, tan deslumbrante por su patrimonio monumental, su brillante piedra de Villamayor que refulge con los rayos del sol, resulta casi irónico que a apenas cien metros de su majestuosa Plaza Mayor se encuentre un espacio en penumbra: la Plaza de los Bandos. Esta plaza, pese a su nombre cargado de historia, es un espacio abierto, llamado al encuentro, pero sin apenas alma. Lleva años instalada en un estado de perpetua provisionalidad. Sus bancos no resultan acogedores y sus árboles cuentan con una frondosidad impostada. Nada invita a quedarse en ella. Y, sin embargo, durante décadas se han urdido allí, casi sin que nadie lo percibiese, los tejemanejes financieros de la ciudad. Tal vez por eso, o quizá por la memoria que encierra, nadie la toca.

«Una plaza sin alma puede ser un espejo del alma de una ciudad.»

Pero esta plaza guarda un secreto: es un espejo. Refleja el alma en disputa de Salamanca. A lo largo de los siglos, los bandos enfrentados que le dan nombre han sido metáforas de lo que ocurre en el resto de la ciudad: luchas de poder, herencias envenenadas y enfrentamientos que, aunque pierdan el motivo original, se perpetúan por costumbre o rencor. Los conflictos de una ciudad, de rencores masticados en silencio, de odios intestinos y fuegos vivos en las entrañas, en la que apenas unos apellidos atesoran el poder político y la capacidad económica, frente a otros muchos que, ausentes de poder, luchan y resisten. Todo dentro de una calma aparente.

MAPA HISTORICO SALAMANCA

La historia de esta plaza se remonta hasta 1465. Su nombre, los bandos, nos lleva a un pasado turbulento, una época en la que las familias más poderosas de Salamanca forjaban intensas alianzas. En aquellos años, por un lado, el bando de los Enríquez, asentado en la parroquia de San Martín, y por el otro, el bando de los Manzano, asentado en la parroquia de Santo Tomé. Como en los conflictos entre familias, los hijos, siempre los hijos, avivan las brasas de la hostilidad. 

Un partido de pelota entre jóvenes de las familias enfrentadas se convirtió en tragedia. Una discusión que si la pelota entró o no, algunos insultos, un empujón, un tortazo, una pelea… y el más joven de los Enríquez  muerto. Horas después, su hermano también caería asesinado; los Manzano, temerosos de su ira, le habían esperado entre las sombras para acabar con él. Una mujer, María Rodríguez de Monroy, estaba rota: en un día había perdido a dos hijos. Lloraba. Gritaba. Y, ante todo, juró a oídos de toda la ciudad que va a hacer justicia. Cumplió su palabra.

«Los conflictos de una ciudad, de rencores masticados en silencio, de odios intestinos y fuegos vivos en las entrañas.»

Los Manzano, sabedores del error cometido, huyeron. Cabalgaron noche y día hasta entrar en Portugal. Allí se sentían a salvo, desconocedores de lo que era capaz una madre. María Rodríguez de Monroy ordenó perseguir a los asesinos de sus hijos. En Viseu fueron capturados, ejecutados y decapitados. Sus hombres, cumpliendo las instrucciones recibidas, llegaron hasta Salamanca con las cabezas ensartadas en lanzas para que, a vista de toda la ciudad, ser finalmente depositadas sobre las tumbas de sus hijos.Desde entonces, esa madre pasará a figurar en los libros de historia como María la Brava.

La violencia a raíz de este episodio quedó instaurada en Salamanca durante más de una década. Una ciudad dividida en dos facciones: Enríquez y Manzano, San Martín y Santo Tomé. Banderas distintas, intereses comunes: poder, tierras, exenciones de impuestos. Siempre el dinero. Una guerra civil larvada en las calles, alimentada por las herencias políticas y económicas de siglos anteriores. Poco hemos cambiado.

Hoy, más de cinco siglos después, Salamanca vuelve a estar dividida. Ya no son los linajes ni los miembros de la nobleza quienes se enfrentan, sino dos maneras distintas de entender el fútbol. Dos clubes nacidos de las cenizas de la Unión Deportiva Salamanca -la UDS- que, tras noventa años de historia, desapareció ahogada por sus deudas y la mirada desentendida de los poderes económicos y políticos de la ciudad.

En esa Salamanca, del año 2013, golpeada como todo el país por la crisis económica y una población menguante, surgieron dos caminos. Uno lo tomó un grupo de aficionados organizados alrededor de la denominada Plataforma de Aficionados Unionistas. No querían que la ciudad se quedara sin fútbol. Así, sin mucho conocimiento ni expectativas, pero con enorme ilusión y capacidad de trabajo decidieron montar un nuevo club desde cero: sin deudas, sin empresarios, sin otra ambición que la de rendir homenaje a lo perdido Lo llamaron Unionistas de Salamanca.

«No hay sangre esta vez, pero sí memoria, orgullo y pasión.»

Al mismo tiempo que los aficionados se ponían en marcha para dar forma a Unionistas, el empresario Juan José Hidalgo, antiguo presidente de la UDS, reapareció en la ciudad que tantas veces le reclamó su vuelta para ofrecerle la redención. En un movimiento de trilero se hizo con los derechos federativos de la recién desaparecida Unión Deportiva Salamanca, y así, sin tener que asumir deuda alguna, presentar un nuevo club: el Salamanca Athletic. Algo similar ya se había hecho antes en Málaga, Logroño, Burgos… Un escudo parecido, uniforme idéntico y el mismo estadio. ¿Dónde estaba la diferencia? No la había. Sería el mismo club, pero sin cargas.

La ciudad dudó. Salamanca, acostumbrada a mirar de reojo y desconfiada por naturaleza, no se oponía abiertamente, pero tampoco aplaudía la maniobra del empresario. El dinero de Hidalgo tenía peso pero en el ambiente flotaba un poso de rebeldía, un deseo de dejar de lado la aquiescencia con el poderoso por una parte de la ciudad educada en acatar sin cuestionar. Pero esta vez fue la Real Federación Española de Fútbol la que dijo basta. Amparándose en una norma recién aprobada, negó la inscripción del Salamanca Athletic. Se acabó la trampa.

De la Unión Deportiva Salamanca, institucionalmente, quedó vivo un trampantojo llamado CF Salmantino. Este club surge en los últimos meses de vida de la UDS. Es la solución que se idea para evitar que el fútbol base y el equipo filial blanquinegro tengan que reconstruirse desde cero. Por ello, desde la Fundación UDS se le ceden los todos los derechos competitivos de las diferentes secciones. El equipo, recién creado, comenzará a competir la campaña siguiente, 2013-2014, en Tercera División. Así se mantiene dos temporadas hasta que, debido a un auto judicial de diciembre de 2014, se le desciende a la categoría provincial de cara a la siguiente campaña,  al no seguir la cesión de derechos los cauces legales.

«Donde otros vieron ruinas, unos pocos soñaron con un club nuevo.»

La ciudad se encuentra, por tanto, con equipos de reciente creación compitiendo en las categorías más bajas del fútbol español. Por un lado, Unionistas de Salamanca. Un club sin empresarios, sin promesas vacías, sin deudas y que pretende rendir tributo, sin ocupar su lugar, a la UDS. Un club de marcado carácter popular. Un socio, un voto. Cada decisión, una asamblea. Y, sobre todo, un principio rector: no gastar más de lo que se ingresa.

En paralelo, otro club, el actual Salamanca CF UDS, previamente CF Salmantino, hoy propiedad de un empresario mexicano , dueño también del estadio Helmántico donde el equipo disputa sus partidos, se reivindica como el heredero legítimo y simbólico de la desaparecida Unión Deportiva Salamanca. Mismo escudo, uniforme idéntico y el estadio Helmántico como escenario para sus encuentros como local. El club proclama que “nunca se fue”. Pero legalmente, el club es otra cosa. Según la normativa federativa, cualquier equipo que pretenda usar los elementos distintivos de un club desaparecido debe asumir también sus deudas. Y eso nadie quiere hacerlo.

La historia vuelve a repetirse. Salamanca, dividida. No por linajes, derechos de explotación agrícola, ni herencias feudales. Hoy la división es generada por dos formas distintas de ver el fútbol: el proyecto popular, desde abajo, de Unionistas, y el empresarial, desde arriba, representado por Salamanca CF. No hay sangre esta vez pero sí pasión, orgullo y una encarnizada lucha por la memoria. En esta ciudad donde nada cambia del todo, y donde cada día parece igual al anterior, se avanza hacia un futuro del que nada se espera, cada partido de fútbol vuelve a ser una partida entre Enríquez y Manzanos. Pero esta vez, el balón no es la excusa: es el motivo.

En Salamanca todo parece igual, pero nada lo es.

Cada testimonio como el tuyo ayuda a contar esta historia completa.

Gracias por formar parte.

6 comentarios en «Una Plaza Gris»

  1. Increíble, piel de gallina después de leerlo, expectante de leer el libro finalizado, si necesita cualquier cosa, quedo a su disposición.

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  2. Espectacular artículo. Utilizando el símil de Los Bandos, has explicado de manera magistral la pugna que se mantiene hoy en día viva (desgraciadamente) tras la ignominiosa y vergonzante desaparición de la añorada UDS, con dos propuestas, en forma de clubes, diametralmente opuestas.
    ¡Enhorabuena!

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  3. No es el relato, que está redactado a la perfección. No es la pasión, que se nota. Es que expones la verdad, bien contada y además de forma bonita. Muchas gracias por dedicar tiempo y esfuerzo a ello. Enhorabuena.

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